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Las Vegas es una de mis ciudades favoritas. Ea, ya está, ahí queda dicho. He visto a mucha gente torcer el gesto cuando así se lo expresaba:
– «Las Vegas, con lo hortera que es esa ciudad…»
– «¡Precisamente!»

A estas alturas de mi vida, me llama mucho más la autenticidad que una sofisticación de pegatina –reconozco que no siempre fue así, pero nunca es tarde para retomar la senda correcta-. Las Vegas probablemente es, simple y llanamente, la ciudad más hortera del mundo –aunque alguna ciudad china de ésas de imitación aún puede ganarle, ¿eh?-. Y creo que Las Vegas no pretende ser otra cosa que un lugar donde primariamente los adultos vayan a pasárselo bien. Es un Disneyworld kistch para adultos -con placeres acordes. Ése fue su origen, el juego, sexo y drogas -que disculpen los Flanders del mundo, no se impacienten que ya pronto les construirán un Legoland a tamaño real-. En Las Vegas van a echar dentro de la olla cualquier cosa que pueda ser entretenido o suene a divertido -sin importarles mucho cómo quede el conjunto. Y si no funciona, ¡entonces echan otra cosa!.


Las Vegas es una ciudad histriónica, histérica, dramática, extravagante, rebosante, excesiva y hedonista, con una parte oscura que apela a lo profundo de la condición humana: el placer y el vicio. Llegando en avión se puede apreciar cómo es un punto de luz de neón en medio del desierto de Nevada. No hay nada en millas a la redonda -más allá de los pequeños moteles que jalonan las autopistas que comunican con la ciudad. Es impresionante acercarte por el norte de noche -yo lo hice en coche llegando desde Utah- y cómo en la ruta estás sumido en la más profunda oscuridad -el cielo estrellado que ví en el desierto de Nevada se quedará para siempre en mi memoria- hasta que un hongo de luz se empieza a vislumbrar al otro lado de las montañas y, de pronto ¡pum!: millones de vatios luz desparramados en medio de la nada.

El lujo en los grandes casino-hoteles es excelso. Entre otros establecimientos de la ciudad, he tenido la oportunidad de alojarme en el Linq, el Mandalay Bay y el Caesars Palace y, por dentro, son como pequeñas ciudades con todo lo necesario. Se puede hacer vida dentro de los resorts sin salir a la calle ni ver la luz del día. Y como a cualquier hora la iluminación interior es la misma y siempre -¡siempre!- dentro hay gente caminando, apostando… es difícil darse cuenta del paso de las horas.
Las Vegas Strip es el conglomerado de los más afamados hoteles-casino en una franja de 6 kms de longitud al sur de la ciudad, dispuestos a ambos lados. Ahí está el meollo. Más al norte está la zona de Fremont St, que fue donde originalmente se empezaron a agrupar los casinos. Durante los años 50 y 60 los mejores y más grandes se fueron construyendo a lo largo del Strip. Fremont se ha quedado como algo más local.

Hoy en día Las Vegas es un gran centro de convenciones internacionales. Mucha de las grandes ferias de muestras en EE.UU. se celebran allí. Y tiene lógica, pues la capacidad hotelera de la ciudad es extremadamente grande, y los espacios para montar exposiciones en los diversos casinos-hotel son amplios y excelentemente bien equipados. Como podréis imaginar, el contexto da mucho juego para cenas de negocios y para divertirse hasta bien entrada la noche. Como dicen en América, lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas. La consecuencia es que a lo largo de la semana los hoteles están ocupados por visitantes profesionales, y los fines de semana con turisteo. Y el número de días soleados al año es muy alto. Las Vegas siempre es un buen plan. Los precios en el Strip y alrededores son muy altos. Cenar una hamburguesa en Gordon Ramsey son >$40 pax -Ramsey, sí, pero no deja de ser una hamburguesa-. Pero con tan sólo cruzar la autopista Interestatal I-15, sólo a 500 m y paralela al Strip., tienes al otro lado varios malls con tiendas y restaurantes para los locales. Mención especial para el restaurante iraní Hafez Persian Cuisine, una joya escondida al que entré por curiosidad y donde descubrí su shish kabob de cordero marinado. Me gustó tanto que para coger el vuelo de vuelta a Miami calculé la antelación necesaria con la que volver desde California para poder repetir antes de entregar el coche de alquiler.
Flamingo
En 1931, Nevada legalizó las apuestas, y durante la Ley Seca los mafiosos vieron una oportunidad de negocio. El origen de se remonta a la década de 1940, cuando la carretera U.S. Route 91, conocida como Highway 91, atravesaba el desierto de Nevada. Benjamin «Bugsy» Siegel, junto con Meyer Lansky y Moe Sedway, compraron el ya famoso casino-hotel Cortez en la zona de Fremont, para aprender cómo era el negocio. Sólo un año después, lo vendieron e invirtieron en crear el Flamingo, el primer hotel-casino moderno de la ciudad. A lo largo de su historia, el Flamingo ha sido escenario de actuaciones memorables: Judy Garland, Dean Martin and Jerry Lewis, Tom Jones, Tony Martin, Louis Armstrong, Olivia Newton-John, Paula Abdul, Toni Braxton y RuPaul.

Justo en frente del Flamingo está el Caesars Palace:
Caesars Palace
Fue inaugurado en 1966 por Jay Sarno, un empresario con una visión audaz: quería que los huéspedes se sintieran como emperadores romanos. Por eso su nombre se escribe “Caesars” y no “Caesar’s” (sin apóstrofe) porque Sarno quería que todos se sintieran como un César, no que el lugar perteneciera a uno solo.

Fue uno de los primeros resorts en tener una piscina lujosa, fuentes gigantes, espectáculos teatrales y restaurantes de alta gama todo en un solo lugar. Aunque está inspirado en Roma, tiene una mezcla de elementos griegos, egipcios y hasta contemporáneos. No es históricamente exacto -¡ni falta que le hace!.


Así, distribuídas por todo el resort se pueden encontrar numerosas réplicas de estatuas y conjuntos escultóricos famosos de la antigüedad. En el lobby hay una representación de Las tres gracias. La fontana de Trevi en los jardines exteriores. El David de Miguel Ángel en un pasillo del centro comercial, y la Victoria de Samotracia (o Niké de Samotracia) en el frontal que da a la acera del Strip.


La parte del casino es impresionante, con detalles cuidados al máximo y todo lo que necesites para sentarte horas a apostar -ya sea en una mesa o en una máquina- sin que nadie te moleste ni nada te falte.


En los años 70 y 80, Caesars fue sinónimo de grandes apostadores («high rollers»). Uno de los récords más famosos: un jugador apostó $1 millón a una sola tirada en una mesa de dados. Yo, que me quejo de que no me toca la lotería pero tampoco compro un décimo aunque me doblen el brazo, ejecuté la única apuesta de mi vida en Las Vegas: 1 $ en una máquina tragaperras. Y ahí está la razón: no es que no me guste apostar ni jugar; lo que no me gusta es perder. Y si en mi experiencia eso es lo que ocurre con más frecuencia… ¿para qué sufrir?.
Luxor
¿Que resulta que tú eres más fan de Cleopatra que de Marco Antonio? Pues ahí tienes el Luxor, uno de los resorts más emblemáticos de Las Vegas, famoso por su forma de pirámide egipcia negra y su potente haz de luz que brilla desde su cúspide, visible incluso desde el espacio. Ahí es nada.



Tiene una pirámide de 30 pisos, una réplica de la Gran Esfinge, su obelisco y sus jegloríficos por doquier. Que no se diga que no estamos culturizando a los visitantes.
Excalibur
¿Que tanto la época grecorromana como el Antiguo Egipto te parecen demasiado antiguos? Pues ahí tienes el Excalibur Hotel & Casino, conocido por su temática medieval inspirada en la leyenda del Rey Arturo. Pa’ que pilles.

Tiene torneos de justas a caballo y todo. ¡Y strippers masculinos, para que no decaiga la fiesta! Todo eso dentro de un castillo medieval. ¡Es muy loco!.


The Venetian
Pero si lo que queremos es disfrutar de unos días romanticones mientras apostamos hasta la camisa que llevamos puesta, nada mejor que The Venetian.

El resort alberga réplicas de famosos monumentos de Venecia, como el Palacio Ducal, el Campanile de San Marcos y el Puente de Rialto, creando una atmósfera auténticamente veneciana en pleno desierto de Nevada.

Los clientes pueden disfrutar de paseos en góndola por los canales internos y externos del resort, guiados por gondoleros que a veces cantan y añaden un toque romántico y cultural a la experiencia.


París Las Vegas
Pero si además de románticos somos modernos, qué mejor que pasarnos por el casino hotel París Las Vegas, que nos traslada a la Ciudad de la Luz de principios del siglo XX.

Tiene una réplica a escala media de la Torre Eiffel, alcanzando los 165 metros de altura.

Además de la Torre Eiffel, el resort presenta réplicas del Arco del Triunfo, el Museo del Louvre, la Ópera Garnier y la Plaza de la Concordia. ¡¡¡La cultura me corre por las venas!!!.


New York-New York
El fabuloso avión supersónico Concorde hacía el trayecto París-Nueva York en 3 horas y 30 minutos. Una maravilla de la técnica, pero claro, no podía competir con Las Vegas. Cruzas la calle desde París y ahí te encuentras, ya, en medio de Nueva York. 2 minutos mal contados, y estás inmerso en una recreación del horizonte de Manhattan, con réplicas a escala de edificios emblemáticos como el Empire State Building, el Chrysler Building, el Puente de Brooklyn y la Estatua de la Libertad.

La torre principal del hotel, una réplica del Empire State Building, se erige a 47 pisos y 159 metros de altura, habiendo sido el edificio más alto de Nevada hasta que se inauguró el Wynn Las Vegas en 2005. La Big Apple Coaster es una montaña rusa de acero -que se ve detrás de la Estatua de la Libertad- que recorre tanto el interior como el exterior del hotel, ofreciendo vistas panorámicas del Strip.

Harrah’s
El Harrah’s Las Vegas Hotel & Casino abrió sus puertas en 1973 como el Holiday Casino, con una fachada inspirada en un barco de vapor, pero en 1997 sufrió una renovación de $200 millones que lo transformó hacia un estilo de carnaval y Mardi Gras.

The Bellagio
Con una arquitectura inspirada en el Lago de Como, el Bellagio abrió sus puertas el 15 de octubre de 1998, con una inversión de aproximadamente 1.600 millones de dólares, lo que lo convirtió en el hotel más caro jamás construido en ese momento.

El Bellagio es reconocido mundialmente por su aparición en la película «Ocean’s Eleven» (2001), donde se desarrolla un elaborado atraco en su casino.

Las Fuentes del Bellagio son famosas por su sincronización con música y luces, ofreciendo un espectáculo gratuito que se realiza en el lago artificial frente al hotel.
La gente se agolpa en derredor de la balaustrada para verlo.
El sistema utiliza 1.200 chorros y 4.500 luces para crear una coreografía acuática impresionante.

Es todo muy lisérgico, muy ecléctico, muy desordenado… en una ciudad que funciona como un reloj dada la cantidad ingente de visitantes que llegan y se van cada día, durante todos los días del año.
Su mayor atractivo es que es un aeropuerto que se encuentra a razonable corta distancia -expresada en cientos de Km., claro- de paraísos naturales como Utah, California, Nuevo México y Arizona. Volar a Las Vegas y hacer un road trip por el suroeste americano. Lo he repetido 3 veces. Y los días que toquen estar en Las Vegas siempre son divertidos con algo que hacer o ver. Un planazo.
Merece la pena, aunque no seas jugador.